Daniel Eckersley de 38 años, panadero de Cranbourne North Australia, tuvo un accidente en su trabajo, desde entonces empezó un tratamiento con medicamentos, y finalmente asesinó a su esposa.
Su esposa Amanda Harris vivía muy preocupada porque él se estaba tornando violento y ella no sabía cómo ayudarlo.
La pareja llevaba 17 años juntos y tenían tres hijos de nueve, cinco y un año y Amanda empezó a notar que su esposo abusaba del medicamento par a el dolor.
Por motivos de su lesión Daniel no pudo seguir trabajando, lo que lo llevó a una fuerte depresión y a estar todo el día en su casa bebiendo alcohol, por su situación le recetaron antidepresivos y eso formó una bomba en su mente.
Empezó a sospechar de sus vecinos, decía que se querían meter a su casa, incluso su paranoia lo llevó a decir que hablaba con muertos, Amanda consultó médicos pero no creyeron que él fuera capaz de hacerse daño.
De repente un día Daniel enloqueció, tomó un martillo y destrozó toda la cocina de la casa, al parecer estaba buscando un veneno con el que él creía que su esposa lo quería envenenar a él y a sus hijos.
Entonces de la nada sacó un cuchillo y se fue encima de su esposa, el hijo mayor trató de meterse en la discusión y ayudar a su mamá, pero con una patada Daniel lo alejó del todo, enseguida apuñaló a su esposa en la cabeza, el pecho y el cuello en varias oportunidades.
Después prendió fuego en la casa empezando por el sofá que lo prendió con un encendedor, tomó sus tres hijos y el perro y huyó con todos dentro del carro.
Trató de refugiarse donde un amigo y le dijo a sus hijos que debían decir que su madre se suicidó, pero las autoridades llegaron hasta allí y detuvieron a Daniel.
En el juicio, lograron demostrar que le el asesino había hecho esto en un momento de psicosis provocada por la mezcla de pastilla, y que prácticamente era inconsciente de sus actos, sin embargo el acto que cometió fue atroz.
Sus hijos tuvieron que verlo asesinando a su mamá y es algo que no van a superar nunca en su vida, además de la forma como intentó manipularlos para que mintieran.
Fue condenado a 18 años de cárcel y a la condena de haber perdido su familia para siempre.
Amanda sabía que algo malo estaba por venir y por más que intento conseguir ayuda no logró evitar lo que presentía que sucedería.
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